
Felipe
Cuándo le preguntaron de chiquito a quién quería más, si a su mamá o a su papá, Felipe lo pensó demasiado. Finalmente respondió, ninguno de los dos me quiere a mí cómo deberían quererme. La tía Margarita se quedó muda. No sería la primera vez que Felipe dejara mudos a sus interlocutores.
Desde la infancia desarrolló la habilidad de decir lo que pensaba de la manera más honesta que le salía. Felipe no mentía, no se sentía cómodo mintiendo.
Cuando cumplió 12 años, su abuela le regaló un saquito tejido a mano de color bordó. A Felipe el color no le gustaba, su cumpleaños era el 4 de enero y el calor era insoportable.
- ¿Te gusta, querido?- Le preguntó la abuela sonriente.
- Es una mierda. – Respondió, y se fue al patio a charlar con sus compañeros.
La escuela secundaria lo enfrentó al dilema de tener que decir lo que los profesores querían escuchar sin traicionarse. No pudo hacerlo. Para él Colón no era un conquistador, ni un descubridor, sino el primer genocida americano. Para él, la Revolución industrial no era progreso, sino el principio del fin.
Hubo un profesor de historia que era el único al que Felipe respetaba. El primer día de clases el tipo abrió su portafolio y empezó a sacar fotocopias con las caras de los próceres de Argentina, y las pegó por las paredes del salón.
- A partir de este momento, cualquier cosa que tengan que decirles, se la dicen en la cara. Les presento a los que desde hace dos siglos, nos cagan, nos defienden, nos hacen y nos deshacen. Nuestros próceres.- Dijo el profesor.
Felipe levantó la mano y habló cuando el profesor lo permitió.
- Quiero que sepa que yo siempre digo lo que pienso, con fotos, o sin fotos.
El profesor lo miró a los ojos. Y le sonrió.
- Quiero que sepa, alumno, que yo también. Y le recomiendo, sólo como un consejo, que piense antes de hablar. Hay mucha gente que deja su cerebro olvidado en la mesa de luz. No sea como ellos.
Terminó la secundaria y se inscribió en la Universidad de Luján para seguir el profesorado de historia.
En el tren que salía de Moreno, conoció a Paola. Comenzaron a salir un lunes, y no se separaron más. Hasta ayer.
Paola quedó embarazada cuando cursaban el tercer año. Se fueron a vivir juntos a un departamento que alquilaron cerca de la universidad.
El embarazo fue complicado. Paola tuvo que hacer reposo desde el tercer mes.
Felipe trabajaba y estudiaba. Poco tiempo le quedaba para atender a su esposa.
Allí decidieron contratar a Miriam, una chica del pueblo para que atienda y ayude a Paola durante el día.
Felipe no pudo evitarlo. Miriam lo volvió loco. Lo calentaba, lo ratoneaba. Paola no tardó en darse cuenta.
Y a Felipe, una vez más, lo traicionó su sinceridad.
- ¿Y que querés que haga?… ¡vos parecés una vaca postrada!- fueron sus palabras.
El velador dio de lleno en la frente de Felipe, que cayó de espaldas contra la cómoda. El golpe en la espalda no lo mató. Tirado en el suelo y mareado vio cómo Miriam entraba en la habitación y se acercaba a Paola. Se besaron apasionadamente.
Miriam agarró el velador y terminó el trabajo.
Felipe es el quinto apóstol de esta historia.
Cuándo le preguntaron de chiquito a quién quería más, si a su mamá o a su papá, Felipe lo pensó demasiado. Finalmente respondió, ninguno de los dos me quiere a mí cómo deberían quererme. La tía Margarita se quedó muda. No sería la primera vez que Felipe dejara mudos a sus interlocutores.
Desde la infancia desarrolló la habilidad de decir lo que pensaba de la manera más honesta que le salía. Felipe no mentía, no se sentía cómodo mintiendo.
Cuando cumplió 12 años, su abuela le regaló un saquito tejido a mano de color bordó. A Felipe el color no le gustaba, su cumpleaños era el 4 de enero y el calor era insoportable.
- ¿Te gusta, querido?- Le preguntó la abuela sonriente.
- Es una mierda. – Respondió, y se fue al patio a charlar con sus compañeros.
La escuela secundaria lo enfrentó al dilema de tener que decir lo que los profesores querían escuchar sin traicionarse. No pudo hacerlo. Para él Colón no era un conquistador, ni un descubridor, sino el primer genocida americano. Para él, la Revolución industrial no era progreso, sino el principio del fin.
Hubo un profesor de historia que era el único al que Felipe respetaba. El primer día de clases el tipo abrió su portafolio y empezó a sacar fotocopias con las caras de los próceres de Argentina, y las pegó por las paredes del salón.
- A partir de este momento, cualquier cosa que tengan que decirles, se la dicen en la cara. Les presento a los que desde hace dos siglos, nos cagan, nos defienden, nos hacen y nos deshacen. Nuestros próceres.- Dijo el profesor.
Felipe levantó la mano y habló cuando el profesor lo permitió.
- Quiero que sepa que yo siempre digo lo que pienso, con fotos, o sin fotos.
El profesor lo miró a los ojos. Y le sonrió.
- Quiero que sepa, alumno, que yo también. Y le recomiendo, sólo como un consejo, que piense antes de hablar. Hay mucha gente que deja su cerebro olvidado en la mesa de luz. No sea como ellos.
Terminó la secundaria y se inscribió en la Universidad de Luján para seguir el profesorado de historia.
En el tren que salía de Moreno, conoció a Paola. Comenzaron a salir un lunes, y no se separaron más. Hasta ayer.
Paola quedó embarazada cuando cursaban el tercer año. Se fueron a vivir juntos a un departamento que alquilaron cerca de la universidad.
El embarazo fue complicado. Paola tuvo que hacer reposo desde el tercer mes.
Felipe trabajaba y estudiaba. Poco tiempo le quedaba para atender a su esposa.
Allí decidieron contratar a Miriam, una chica del pueblo para que atienda y ayude a Paola durante el día.
Felipe no pudo evitarlo. Miriam lo volvió loco. Lo calentaba, lo ratoneaba. Paola no tardó en darse cuenta.
Y a Felipe, una vez más, lo traicionó su sinceridad.
- ¿Y que querés que haga?… ¡vos parecés una vaca postrada!- fueron sus palabras.
El velador dio de lleno en la frente de Felipe, que cayó de espaldas contra la cómoda. El golpe en la espalda no lo mató. Tirado en el suelo y mareado vio cómo Miriam entraba en la habitación y se acercaba a Paola. Se besaron apasionadamente.
Miriam agarró el velador y terminó el trabajo.
Felipe es el quinto apóstol de esta historia.
1 comentario:
UAU! Buenisimo,,
Estoy retomadno porque en vacaciones no te lei,,,
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