jueves, 8 de abril de 2010

Elegía


Es difícil perder un amigo, más aún cuando se nos va joven. Yo perdí hace años el que supo ser uno de mis mejores amigos, “el mendi”, tenía 20 años cuando murió. Fue por aquél entonces donde angustiado, buscaba en canciones, poemas, escritos, películas los colchones dónde dejarme caer. Me dolía el alma. Mendi era mi hermano de la vida.
En aquella búsqueda, me encontré con la historia de Ramón Sijé, un escritor español nacido en Orihuela, Alicante. Ramón se llamaba en verdad José Ramón Marín Gutiérrez, y tenía 22 años cuando murió de una septicemia generalizada, tras varios días de agonía en cama.
Ramón tenía también un amigo hermano, Miguel Hernandez. Fue en los poemas de Miguel que me identifiqué hasta llorar. Fue con su “Elegía” donde me dejé caer ante cada párrafo.
Serrat, le pone música al dolor de Miguel. Comparto con ustedes el poema y el tema.
Y por favor… no se me mueran.

"Elegía"

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
dis ndo tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández