miércoles, 29 de abril de 2009

Apótoles 12


El 26 de agosto de un año de malos recuerdos, vino al mundo con los ojos bien abiertos, como deseando observarlo todo, confundido, temeroso, pero a la vez con esa sabiduría que sólo tienen los recién nacidos, en silencio. Decidieron no ponerle nombre, lo llamarían “él”.
Sus padres creyeron que sería mudo. Jamás, hasta que cumplió los 5 años, habló.
Los médicos no encontraban explicación, las curanderas del barrio no daban con el remedio santo que lo haga hablar. Él solo gesticulaba cuando le preguntaban algo. Y cuándo le preguntaba por qué no hablaba levantaba sus hombros como diciendo “porque no tengo nada para decir”.
El 26 de agosto de ese cumpleaños número 5, la vio entre las polleras de las tías. Era rubia, de ojos celestres trasparentes. Pensó que si Dios existía, tendría esos ojos.
Su prima Juana le sonrió… y ante el asombro de todos los presentes, él dijo con una voz clara “Hola”. Y volvió a callar.
Juana pasó a ser la excepción a la regla. Con Juana hablaba, con Juana reía. Aunque su ausencia marcara una vez el enmudecimiento que signó su vida.
Creció sin escuelas, sin maestros, sin curas. Creció esperando los domingos y la siesta después del almuerzo familiar. La hora pactada para que Juana entrara en su mundo y él en el de ella. Serían cómplices, ella le contaba todo, y él moría fascinado ante el cuerpo que la joven Juana iba trayendo domingo a domingo.
Los adultos, empezaron a sospechar. No era normal que dos adolescentes se encerraran horas a hablar en el cuartito oscuro del fondo. Algo estarían haciendo, y eran primos, Dios nos libre.
Comenzaron a planear toda clase de artilugios para escucharlos, para espiarlos. Pero Juana y su primo los descubrían siempre, y los anulaban. Todo intento de espiarlos se veía frustrado por la inteligencia de los primos.
Y entre risas y complicidades, nació el amor. Juntos descubrieron lo mágico del cuerpo del otro. Se acariciaron en la oscuridad, bajo el calor de las chapas del cuartito del fondo.
Y los adultos, no tuvieron más remedio que cortar por lo sano. El domingo siguiente ni Juana ni sus padres vinieron a almorzar.
Él por primera vez en 14 años lloró. Se encerró en el cuartito y buscó su olor sin encontrarlo. Estiró su mano en la oscuridad sin tocarla. Preguntó al aire si lo había extrañado y nada contestó su súplica.
Los adultos en la mesa reían y triunfantes se relajaron de la aberración que evitaron.
Esa noche, todos escucharían la voz que por años se mantuvo muda.
Mientras recorría uno a uno los cuartos de la vieja casa, clavando un hierro viejo y oxidado en el pecho de los que le habían robado todo. Y gritando, que se lo merecían, que le habían quitado las ganas de seguir callado.
La carnicería fue tremenda. Abuelos, padres, hermanos, y la tía que se quiso quedar a dormir fueron encontrados masacrados, aplastados, desfigurados bajo el odio y la potencia de una voz que nunca hubiesen querido escuchar.
Finalmente, al amanecer, fue al cuarto del fondo, y se sentó a esperar. Espero horas, días, semanas, meses. Esperó que Juana regresara a charlar con él. Quizás aún espera, entre el olor de muerte y el silencio de la casa, a una Juana que ya conoció a otro hombre, que ya es mujer, que ya se olvidó de él.
Él, sin nombre, es el último apóstol de esta historia.

martes, 21 de abril de 2009

Barquito de papel

Hoy, Hernán Nadal no recordó cómo armar un barquito de papel… Y yo comenté “¿Cuántas cosas olvidamos cuando crecemos, no?”
Y me quedé pensando en ello. De chico yo sabía jugar a la bolita, me sabía de memoria las reglas del “OPI”, del gallito ciego, de la quema. Podía recitar cómo el Padre Nuestro una lista interminable de súper héroes, de mutantes, de figuritas difíciles de encontrar en “La máquina del tiempo”.
Jugaba a “la tapadita”, a la mancha venenosa, veía Invasión Extraterrestre y me cagaba de miedo!! Era fanático de Odisea Burbujas, de Aprendijuegos….
En el barrio había gente que jugaba al Mensú, al elástico, a la escondida… Creo que algunos siguen escondidos.
Pero yo, olvidé algunas cosas. Como Hernán, no recuerdo cómo se hacia un barquito de papel, ni un gorrito de pintor, ni siquiera… un avioncito de esos que tirábamos al techo recubierto de telgopor del aula del quinto grado.
Yo olvidé, y me da mucha bronca.
Éramos tan sabios, tan inteligentes, que sólo aprendíamos aquellas cosas que nos serían útiles en ese instante, en esos días. No nos interesaba el dólar, la crisis, los 5 presidentes en una semana, Bush, la droga, los curas abusadores, los muros de zona norte, la derecha, la izquierda o el medio. Sólo vivíamos el hoy, y si teníamos un poco de suerte, ese "hoy" era buenísmo. Quiero volver a jugar, a perderme...
Los invito a jugar conmigo, a gritar bien fuerte de una puta vez Piedra libre para todos mis compañeros………!!!!

martes, 7 de abril de 2009

El Amor


Khalil Gibran, en "El profeta", nos habla de muchas de esas cosas que nos dejan tecleando en la vida... Aquí les acerco el fragmento sobre el amor...

"Dijo Almitra: Háblanos del Amor.
Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud descendió sobre todos. Entonces, dijo con gran
voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte
devasta los jardines.
Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el
sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.
Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta
sagrada de Dios.
Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis conocer los secretos de vuestro corazón y
convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.
Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que
cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con
todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.
Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón
de.Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro
curso.
El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios."