Hablemos de fantasmas
Seguramente no seré el primero en denunciar
públicamente a estos seres espectrales que deambulan por nuestra ciudad cómo si
fuese gente la que faltase. Está claro que usan otro plano, o al menos, eso me
dijeron.
He tenido la suerte de conocer a algunos,
incluso, tomo café con ellos en el barcito que está sobre Gorriti.
Sé que hay fantasmas muy atrevidos. Hay uno que les
toca el culo a las chicas cuando pasan por la esquina de Borges y Costa Rica
las madrugadas de verano...Sus amigos lo llaman "el Chino", aunque él
jura que es de Corea. Se murió mientras regaba las plantas de su jardín, pegado
quedó cuando el chorro de agua de la manguera le dio de lleno a la caja de luz
que se escondía atrás de la madreselva. Si bien nunca admitió que era él quién les
tocaba el culo a las chicas, tiene una cara de degenerado que de verlo no más,
te cruzas de vereda.
También está el Juanca, un viejo canoso y medio
rengo. Quizás el Juanca es uno de los fantasmas más respetados del grupo. Era
profesor de historia, según cuenta, y odiaba a Sarmiento. Un borrador lanzado
con excelente puntería por parte de Gutiérrez, de 3A, le dio de lleno en la
nuca y ahí no más cayó desplomado en el aula. Hoy Gutiérrez es policía de la
bonaerense, y vive con miedo. Ya se mudó tres veces porque los ruidos que hay
por las noches en su casa no lo dejan dormir. Nunca se supo en la escuela quién
había tirado el borrador. Esas cosas, seamos honestos, no se ventilan.
El Juanca es, por lo general, el primero en
llegar al bar. Siempre está de buen humor, hasta que alguno pregunta algo sobre
Gutiérrez o menciona a Sarmiento. Ahí se pudre todo.
¿La dama de blanco? Se las presento. Su nombre es
Alicia. Le gusta merodear por la zona oeste. Varias veces en Merlo hablaron de
ella, porque tiene la costumbre de subirse al 501 en la estación de Libertad, y
se baja sin que el colectivo pare en el cementerio de Santa Mónica. Se tira,
como quién dice, por la ventanilla, y ahí le da por correr frente a la mirada
de todos los pasajeros, y entrar en el cementerio atravesando los muros.
Algunos la llaman "la llorona", e incluso inventaron que llora porque
le mataron a un hijo en esa ruta. Pero no, la verdad es que llora para
darle más emoción al momento. Cuando se tira del bondi, disimuladamente
se mete los dedos en la garganta hasta que le saltan algunas lágrimas. Recuerdo
una vez que el Chino le quiso tocar el culo. Alicia lo miró tan fiero que el
degenerado se fue y no pisó el bar por dos meses.
Hay fantasmas que creen en fantasmas, y se
asustan con tan sólo ver una sábana colgada en la terraza. Quedan blancos...
del susto! Por lo general son los novatos, los que murieron en los últimos diez
o quince años. No logran dar cuenta de su muerte, y piensan que están en
un reality onda tren fantasma. A veces despiertan en el resto del grupo
lástima, y otras (la mayoría) risas. A mi me caen bien. Son como nenes tratando
de entender a los adultos.
En el barrio de Flores, están los fantasmas más
sensibles. Los poetas, los cuentistas, los fantasmas enamorados. Pero no seré
yo quién de cuenta de estos espectros. Ya han hablado antes y la verdad muy
bien, de alguno de ellos.
Cada vez que se abre un nuevo negocio en el
barrio, se hace un sorteo para designar a quién le toca darle la bienvenida al
barrio al nuevo comerciante. Por suerte para ellos, el Chino no tiene
permitido participar en estas cosas. En otra oportunidad les contaré que hizo
el tipo éste con el empleado de la churrería de la calle Thames, y dónde quedó la
mayor parte del dulce de leche que usan para rellenar los churros.
Hay una mina que desde hace tiempo intenta
fotografiarlos. Se la ve dando vueltas por la esquina del bar, con las cámaras
y un aparatito casero que ella cree, le avisa de la presencia de las ánimas.
Los muchachos la llaman Marcela. Uh! Me acordé de una que es mundial. Cuando el
Chino vio a Marcela decidió que le gustaba. Pero cómo todos nos pusimos a
decirle cosas, prometió que sólo la visitaría en un sueño y que no la asustaría
para nada. Creo que fue uno de los novatos el que sugirió que tome la forma de
algún fantasma conocido. Pero el Chino no lograba convencerse de qué modo
aparecer, entonces el novato le dibujó sobre una servilleta a los clásicos
fantasmitas del PacMan. No sabemos si ella logró ver que detrás de aquella
invasión onírica, el Chino, quizás por primera vez, declaraba su amor a la
fotógrafa. Desde entonces, no volvió a ser el mismo.
También está Cachito. Cacho era un excelente
cantante de tango. El pucho lo llevó al hospital y la noticia de la muerte del
Polaco, a la tumba. De noche, en la esquina de Julián Álvarez y El Salvador, se
lo escucha silbar “La última curda”, y si está lloviendo, y por eso hay poca
gente en la calle, se anima a cantar a viva voz “Desencuentro”.
Todos son muy particulares, debo admitir, que los
que más me gustan son los más osados. Poco a poco me van aceptando. Para ellos
no es fácil abrirse a alguien como yo. La primera vez que me acerqué al bar los
encaré de una. Les dije: muchachos... yo los veo. Y ahí no más los
describí a los cuatro. Se quedaron mudos, cancelaron al escoba del quince para
otro momento, y empezaron a preguntarme todos los qué, los cómo y los
cuando.
La semana siguiente, me presentaron a Alicia. Y
así, de a poco, me fui sumando a la mesa del café. La primera vez que hicimos
pareja con Juanca para la escoba, la rompimos. Creo que fue desde ese momento,
donde el Juanca decidió apadrinarme y dio la orden de que nadie me joda.
Desde entonces, hace ya ochenta y tantos años,
los jueves de escoba, y los martes de café, son dos reliquias que guardo
profundamente en éste frió corazón.