jueves, 15 de agosto de 2013

Amigos y canciones



Hay algunas canciones que nos hacen pensar en algunas personas con las que por algún motivo, compartimos. Quizás una frase, o quien las canta, o el estilo nos trae a nuestra mente a esa persona. 
También, hay canciones que nos traen momentos donde nos unimos musicalmente a alguien.
Va mi reconocimiento a aquellas canciones y a aquellos amigos que recuerdo cuando las escucho. 
(Seguramente algunos quedarán afuera... sepan entender).

"Amor se llama el juego" (Sabina) y mi querida Nancysan. 
"Amores imposibles" (Ismael) y Maurito con la guitarra.
"Recuerdo" (Ismael) y Amadeo de Córdoba.
"Esperando nacer"(Serú) y mi querido Beto Amarilla.
"No olvides que una vez tu fuiste sol" (Baglietto) y mi amado Mendi.
"El breve espacio en que no estás" (Pablo Milanés) y el Popo aprendiendo que el amor duele. 
"Peor para el Sol" (Sabina) y la Larva bancándose mis gritos (Como si cantara)
"¿Qué pasó?" (Bersuit) y María de los Ángeles haciendo el pollito....
"Cerca de la revolución" (Charly) y mi primo perdido Claudio Paul.
"El viento trae una copla" (Bersuit) y el Negro que se fue a Barcelona.
"El chico de la tapa" (Fito) y Vani saltando en las butacas del cine de Merlo.
Y así... hasta la eternidad.
Los quiero.

viernes, 7 de junio de 2013

¡Qué cagada!

Bajaron unos cuadros, pero sí, subieron otros que asustan tanto, o más, que los anteriores. Hay cuadros mineros, sojeros, petroleros, transgénicos, canadienses, nacionales y populares, muy populares.
Bajaron unos cuadros y subieron los enemigos, los otros, la corpo, los malos conocidos, las ONG, los de Palermo, los de Recoleta, las señoras bien. 
Bajaron unos cuadros y creyeron que con eso bastaba. Hicieron más gorilas que los que había. Lograron dividir y reinar. Bajaron unos cuadros, gracias a Dios que los bajaron. Pero se olvidaron de los trenes, de los pueblos originarios, de Famatina, del pobre Lázaro.
Bajaron unos cuadros y se mandaron cagadas. Y quedaron los que confiaban y ya no, los que no entienden y sí confían, los ciegos que discuten... Yclaro, no pueden ver. Y acá cerca, está bigote, que quiere colgar de nuevo algunos cuadros. Que quiere palo y poli represora. Que quiere metros y buses. Que se va a Brasil, porque el agua es más cálida que la de Belgrano después de la lluvia.
Tanta caca nos rodea. Pobre de nosotros, los que somos cagados. Que triste destino nos espera.

lunes, 25 de febrero de 2013

Qué te puedo decir...






Juan era un tipo de esos que para aguantarlo había que estar preparado. Era un clásico de “se las sabe todas”.  A modo de ejemplo, recuerdo que si vos estuviste de viaje en Bariloche, él tenía un tiempo compartido en Bariloche. Si vos viste una película, él te nombraba tres o cuatro que eran mejores. Si a vos te dolía la muela, él se había sacado las cuatro de juicio hacía años.
Juan, era insoportable. Ni siquiera de pibe la muchachada se lo bancaba. Las excusas más indecorosas fueron inventadas para lograr zafar de Juan.  No lo querían ni para arquero. Incluso cuando pintaba una escondida, y no era posible evitarlo, lo hacían contar hasta cien, y todos los pibes se iban a jugar a unas cuantas cuadras. Esto generaba eternas búsquedas de gente que nunca se escondió, pero que no quería ser encontrada. Conozco varios que aún siguen así.
En  la secundaria la cosa, si es posible, mejoró un poco. En el segundo B del turno tarde había un pibe que era peor que Juan. Sencillamente, un boludo. (Disculpe usted)Esto le permitió a Juan formar parte de los del medio. O sea, no estaba con el grupo de los piolas, pero tampoco en el de los salames. El otro pibe se llamaba Raúl, hoy es ministro de no sé qué.
En cuarto año, a Juan le llegó el amor en forma de Sabrina. La piba, hay que decir la verdad, era más fea que una cucharada de moco, pero a Juan le gustaba. Hoy a la distancia puedo decir que lo que hubo entre ellos fue amor. Quizás un amor como el que muchos de nosotros quisimos tener.
Sabrina era una amante fervorosa.  Usaba todos los recovecos de la escuela para besar a su amado y manosearlo un poco. Mirta, la portera, los encontró una vez detrás de un armario de la biblioteca. La chica estaba enseñándole a Juan su nuevo corpiño. Una descocada.  No recuerdo si tenía buenas tetas, pero puedo afirmar que eran dos.
En el viaje de egresados, rompieron. Ella le hizo un guiño indecente al coordinador del viaje. Juan no pudo soportar los celos y delante de todos, le gritó improperios que no me atrevo a repetir acá. Sé que nunca más le dirigió la palabra, aunque muchos juran que vieron a Sabrina llorar y pedir perdón todo lo que quedaba del año. Juan se mantuvo inmutable, señor juez, in mu ta ble.
En la facultad, volvió a ser el Juan de siempre. Insoportable. Se le dio por estudiar historia. Imagínese usted lo que eso significaba. Lo primero que hizo en primer año fue comprarse un gato al que llamó Hammurabi.  Y a la perra que tenía, que se llamaba si mal no recuerdo, Laica, le re bautizó Nefertiti.
En segundo año, se cortó el pelo a lo Nerón. La verdad, le quedaba espantoso.  Finalmente, y para no abundar en detalles, le puedo decir que se recibió de profesor de historia. Por esa época,  sus compañeros lo llamaban a escondidas Carlitos. Claro, no es gracioso, pero ellos lo decían por Carlos IV, el más tonto de los tontos de la historia.
No sé si alguna vez tuvo algún verdadero amigo. Sé que se le acercaban algunos para que Juan le compre alguna  bebida o le convide algún cigarrillo. Una vez uno de ellos, que si me permite, señor juez, prefiero mantener en el anonimato, me aseguró que Juan planeaba hacer algo grande con su muerte, porque según decía, la vida había sido una mierda. Disculpe usted mi lenguaje.
Si de algo me arrepiento es de no haberlo conocido mejor. Dicen que más allá de lo pesado que era, en el fondo, era buen tipo.  No creo, su señoría, que haya sido premeditado. Fue… ¿cómo le dicen? Un brote. Para mí no aguantó más y ese día se dijo que debía hacer algo para cambiar la historia. Su historia.
Seguramente alguien lo lloró. Dicen que sus últimas palabras se las dedicó a Sabrina, o al menos, eso interpretan  aquellos que lo conocieron mejor. “turra…turra”.
En fin, espero haberle esclarecido parte de este asunto. ¿Me puedo retirar?

sábado, 26 de mayo de 2012

Hablemos de fantasmas

Hablemos de fantasmas



Seguramente no seré el primero en denunciar públicamente a estos seres espectrales que deambulan por nuestra ciudad cómo si fuese gente la que faltase. Está claro que usan otro plano, o al menos, eso me dijeron. 
He tenido la suerte de conocer a algunos, incluso, tomo café con ellos en el barcito que está sobre Gorriti. 
Sé que hay fantasmas muy atrevidos. Hay uno que les toca el culo a las chicas cuando pasan por la esquina de Borges y Costa Rica las madrugadas de verano...Sus amigos lo llaman "el Chino", aunque él jura que es de Corea. Se murió mientras regaba las plantas de su jardín, pegado quedó cuando el chorro de agua de la manguera le dio de lleno a la caja de luz que se escondía atrás de la madreselva. Si bien nunca admitió que era él quién les tocaba el culo a las chicas, tiene una cara de degenerado que de verlo no más, te cruzas de vereda. 
También está el Juanca, un viejo canoso y medio rengo. Quizás el Juanca es uno de los fantasmas más respetados del grupo. Era profesor de historia, según cuenta, y odiaba a Sarmiento. Un borrador lanzado con excelente puntería por parte de Gutiérrez, de 3A, le dio de lleno en la nuca y ahí no más cayó desplomado en el aula. Hoy Gutiérrez es policía de la bonaerense, y vive con miedo. Ya se mudó tres veces porque los ruidos que hay por las noches en su casa no lo dejan dormir. Nunca se supo en la escuela quién había tirado el borrador. Esas cosas, seamos honestos, no se ventilan. 
El Juanca es, por lo general, el primero en llegar al bar. Siempre está de buen humor, hasta que alguno pregunta algo sobre Gutiérrez o menciona a Sarmiento. Ahí se pudre todo.
¿La dama de blanco? Se las presento. Su nombre es Alicia. Le gusta merodear por la zona oeste. Varias veces en Merlo hablaron de ella, porque tiene la costumbre de subirse al 501 en la estación de Libertad, y se baja sin que el colectivo pare en el cementerio de Santa Mónica. Se tira, como quién dice, por la ventanilla, y ahí le da por correr frente a la mirada de todos los pasajeros, y entrar en el cementerio atravesando los muros. Algunos la llaman "la llorona", e incluso inventaron que llora porque le mataron a un hijo en esa ruta. Pero no, la verdad es que llora para darle  más emoción al momento. Cuando se tira del bondi, disimuladamente se mete los dedos en la garganta hasta que le saltan algunas lágrimas. Recuerdo una vez que el Chino le quiso tocar el culo. Alicia lo miró tan fiero que el degenerado se fue y no pisó el bar por dos meses. 
Hay fantasmas que creen en fantasmas, y se asustan con tan sólo ver una sábana colgada en la terraza. Quedan blancos... del susto! Por lo general son los novatos, los que murieron en los últimos diez o quince años.  No logran dar cuenta de su muerte, y piensan que están en un reality onda tren fantasma. A veces despiertan en el resto del grupo lástima, y otras (la mayoría) risas. A mi me caen bien. Son como nenes tratando de entender a los adultos.
En el barrio de Flores, están los fantasmas más sensibles. Los poetas, los cuentistas, los fantasmas enamorados. Pero no seré yo quién de cuenta de estos espectros. Ya han hablado antes y la verdad muy bien, de alguno de ellos.
Cada vez que se abre un nuevo negocio en el barrio, se hace un sorteo para designar a quién le toca darle la bienvenida al barrio al nuevo comerciante.  Por suerte para ellos, el Chino no tiene permitido participar en estas cosas. En otra oportunidad les contaré que hizo el tipo éste con el empleado de la churrería de la calle Thames, y dónde quedó la mayor parte del dulce de leche que usan para rellenar los churros.
Hay una mina que desde hace tiempo intenta fotografiarlos. Se la ve dando vueltas por la esquina del bar, con las cámaras y un aparatito casero que ella cree, le avisa de la presencia de las ánimas. Los muchachos la llaman Marcela. Uh! Me acordé de una que es mundial. Cuando el Chino vio a Marcela decidió que le gustaba. Pero cómo todos nos pusimos a decirle cosas, prometió que sólo la visitaría en un sueño y que no la asustaría para nada. Creo que fue uno de los novatos el que sugirió que tome la forma de algún fantasma conocido. Pero el Chino no lograba convencerse de qué modo aparecer, entonces el novato le dibujó sobre una servilleta a los clásicos fantasmitas del PacMan. No sabemos si ella logró ver que detrás de aquella invasión onírica, el Chino, quizás por primera vez, declaraba su amor a la fotógrafa. Desde entonces, no volvió a ser el mismo.
También está Cachito. Cacho era un excelente cantante de tango. El pucho lo llevó al hospital y la noticia de la muerte del Polaco, a la tumba. De noche, en la esquina de Julián Álvarez y El Salvador, se lo escucha silbar “La última curda”, y si está lloviendo, y por eso hay poca gente en la calle, se anima a cantar a viva voz “Desencuentro”. 
Todos son muy particulares, debo admitir, que los que más me gustan son los más osados. Poco a poco me van aceptando. Para ellos no es fácil abrirse a alguien como yo. La primera vez que me acerqué al bar los encaré de una. Les dije: muchachos... yo los veo.  Y ahí no más los describí a los cuatro. Se quedaron mudos, cancelaron al escoba del quince para otro momento, y empezaron a preguntarme todos los qué, los cómo y los cuando. 
La semana siguiente, me presentaron a Alicia. Y así, de a poco, me fui sumando a la mesa del café. La primera vez que hicimos pareja con Juanca para la escoba, la rompimos. Creo que fue desde ese momento, donde el Juanca decidió apadrinarme y dio la orden de que nadie me joda.
Desde entonces, hace ya ochenta y tantos años, los jueves de escoba, y los martes de café, son dos reliquias que guardo profundamente en éste frió corazón.


domingo, 1 de enero de 2012

aquellas viejas cosas

¿Vos que me vas a venir a decir a mí? Si yo me las se todas sobre esos festejos donde se juntan las mugres con los petardos y los ladridos que despiertan al niño Jesús.

Mirá, dejame que te cuente que cuando éramos chicos con el Aurelio, Madre nos arrastraba perfumados hasta la casa de la tía Lucrecia. Lo primero que recuerdo es el calor. Siempre pensé que por éstos pagos las fiestas deberían festejarse en agosto, quizás el 26 de agosto (¿lindo día no?) Y llegábamos transpirados después de un tren y un colectivo y una caminata desde la estación hasta la esquina de Rodriguez Peña donde vivía la tía.

Lucrecia era la hermana mayor de papá. Siempre fue vieja, y cómo toda vieja dejaba ese olor tan particular a la colonia esa que vendían por litro en la perfumería. Papá decía que Lucrecia lo había criado, que era cómo una madre para él. Y se ve que sí, porque era la tía quien le cubría todas las cagadas a Padre. Incluso esas que hacían llorar mucho a Madre. La casa de la tía tenía una puerta verde, me acuerdo, con un coso de esos redondos y adornados que le colgaban cada año para esas fechas.

Ahí no más empezaban los gritos, porque te digo, creeme eh, que en mi familia no se habla, se grita. Que la ensalada de frutas, que el pan dulce, que quién rompe las nueces, que Cachito éste año no vendrá ya que está de guardia, que alguien arregle esa mesa que se mueve toda y se va a caer la ensalada rusa que tanto le costó a Madre preparar y llevar en el tren, el colectivo y la caminata.

La parentela iba llegando, y el Aurelio ya se había ensuciado todo. Y había que cambiarlo y retarlo, y prepararlo para que cuando Padre llegue lo reciba como es debido. Y ahí no más, cerca de las ocho, llegaba la Margarita, que siempre lloraba cuando estaban por dar las doce. Y con la Margarita llegaba también Lucio, su hijo, que no se si te enterastes vos, pero es maricón. Una vez tuvo el desparpajo de cantar una canción después de la cena y cantó una de un tal Miguel Molina o algo así. ¡Cada familia es un mundo, viste! Ahí no más, se levanto Padre y le pidió que se vaya, que esa era una casa decente. Antes se respetaba mucho el hogar.

El caso es que cerca de las doce volaban los platos y entraban los dulces y la sidra. Y entre los llantos de la Margarita, la tía Lucrecia (siempre de negro me acuerdo), decía una seguidilla de siete aves marías, se comía doce uvas y prendía ocho velas.

En la casa de al lado de la tía vivían los Rozencwaig, judíos vistes, y no festejaban no, pero la verdad es que respetaban eh! Incluso don Isaac algunas veces se atrevía a pasar con una sidra y saludar a los presentes.

Otra cosa que me acuerdo son los ladridos de los perros de tía Lucrecia. Se ve que los petardos les asustaban y ladraban como si hubieran visto al diablo (con perdón de la palabra, nena).

Tipo dos de la mañana ya estaban todos borrachos, pero no era como ahora, eran borrachos simpáticos, que contaban anedotas vistes. Madre ya nos había acostado en la pieza del fondo a mí, al Aurelio y a la Margarita, que siempre nos la metían en la pieza y lloraba hasta que dormía ( que en paz descanse, murió un año nuevo encima)

Así que como te digo, vos dejame a mí organizar todo esto, nena. Yo sé de estas cosas.

Si querés ayudar, ponete a romper nueces ¿Querés? Uhhh, timbre! Ya vaaa, ya vaaa!!! Espero que sea la Cristina y que haya traído la ensalada rusa, sino me voy a volver loca con todo lo que tengo para hacer. Ya va!

No, nena, así no, mejor dale con el mango de la cuchilla que con los dientes te vas a lastimar.

(Feliz 2012) Gonzalo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Esa porquería


No lo entiendo. Es un sentimiento compartido por la gran mayoría de mis compatriotas, pero una empresa se empeña en que consumamos esa porquería.
Mirá que teniendo anillitos, mini melbas, etc… vamos a elegir la bosta esa.
Siempre quedan para lo último. Hacen migas. Son pastosas. Y ese color a mierda clara que tienen las hacen incomibles.
Seguramente alguno de ustedes dirá “¡Pero a mí me gustan!” Y mi respuesta es: hay gente para todo.
Propongo que Terrabusi saque esa porquería de las Variedades. Basta de llenarnos de Boca de dama!!!! Hasta acá llegué. No se puede vivir en un país dónde nos obligan a comer esa porquería.
He dicho.

lunes, 15 de agosto de 2011

Rodeados


Estamos rodeados, todos por todos. Los de afuera no se dan cuenta cómo oprimen a los de adentro, y los de adentro, que son muchos, rodean canchereando a los de más adentro, y se quejan porque ahora tienen netbooks. Es fiero notarlo. La misma gente come la misma mierda, lee los mismos diarios, vota con los mismos ojos con los que bota. Botas, que por suerte ya no están.

Estamos perplejos por lo obvio. Gracias al cielo abrimos y mostramos el encierro. Nuestros encierros, entierros.

Miles de voces descontentas en inglés, por fin, en inglés. No en toba, ni en quechua, ni siquiera en lunfardo. In Inglis plis! Fuego, fuego... No entienden nada de nada. Y los grecios?? Ja, si, grecios. Hasta taparon enchufes por la crisis. Y la vieja Europa? Planchando y lavando, como siempre, los trajes de los señores que cultivan negritos en diamanteras.

Y Mauricio? Y los lobos, perdón, los globos? Porteños ignorantes y opositores porque sí. Y Cristina? Ahí va, fumando cartier y rompiendo culitos en internas que ya estaban definidas. Y el cabezón? Sigue lavando más blanco que Amira...

Y vos amor? Conmigo, pese a estar rodeados. Y yo, amor? Contigo, pan y cebolla.