martes, 31 de marzo de 2009

Raúl Alfonsín


Cartas de amor

Desde hace más de 5.000 años, los hombres utilizan la escritura para comunicarse. Alguien a quién admiro me dijo una vez que no había nada que no pudiera ser expresado en palabras... Yo creo que existen cosas que van más allá, pero comprendí que son muy pocas.
Escribir es comunicarse, es entregar el alma a un papel en blanco. Escribir una carta a un ser amado, es darte por completo al juego de la fe, del amor y de la pasión.
Escribir una carta de amor, es ante todo, un acto de valentía.
Comparto con ustedes una de las cartas más lindas de la historia argentina. La escribió María Guadalupe Cuenca, a su amado... Mariano Moreno. Ella pensaba en su marido en Londres, pero Mariano, envenenado, ya descanzaba en el fondo del mar.
(mantengo el formato original de la escritura colonial)
Bs.As., 14 de marzo de 1811.
Mi querido y estimado dueño de mi corazon me alegrare qe lo pases bien y qe al recivo de esta estés yá en tu gran casa con comodidad y qe Dios te dé acierto en tus empresas; tu hijo y toda tu familia quéda bueno pero yo con muchas fluctuaciones y el dolor en las costillas qe no se me quita y cada vez va a más; estoy en cura, me asiste Argerich, se me aumentan mis males al verme sin vos y de pensar morirme sin verte y sin tu amable compania, todo me fastidia, todo me entristece, las bromas de Micaela me enternecen pr qe tengo el corazón más pa llorar qe pa reír, y asi mi querido Moreno, si no te perjudicas procura benirte lo más pronto qe puedas ó si no aseme llevar pr qe sin vos no puedo vivir, la casa me parese sin gente, no tengo gusto para nada de conciderar qe estés enfermo ó triste sin tener tu muger y tu hijo qe te consuelen y participen de tus disgustos; ¿ó quisás ya abres encontrado alguna ynglesa qe ocupe mi lugar? no aga eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acordate qe tenés una muger fiel a quien ofendés después de Dios: El inglés qe bino con Dn Alejandro dias antes qe te embarcaras bino anteayer y me dijo qe si queria escrivirte, y sin embargo de aberte escrito hace ocho días te buelbo a escribir pues no me queda otro consuelo y no te enojes de qe te caliente la cabesa con mis cartas, no dejes de escrivirme en cuanto barco salga y abisarme todo, ya basta de guardar secretos de tu muger. Fr Cayetano no te escrive pr qe anda muy ocupado, lo han echo Provincial . Peña ya se recivió. Bustamante ya bino y Agrelo me ago cargo qe estará muerto de envidia de ver qe se le ha escapado el ser fiscal. Todos los dias nos asustan con Elío, dicen qe biene a bombear; en la otra banda se han levantado contra los de montevideo, salió haora dias Moldes con 600 hombres a la otra banda, Vieites á salido a comición no se sabe donde. Bustamante estubo a verme y todos tus amigos a ofrecérseme. El cuarto está sin alquilar hase un mes, la negra grande esta echa un monstruo de ese empeine en la cara; no ay quien la compre boy a ver si la puedo bolber, me dicen qe es lepra, el médico dice qe es un empeine terrible, el negro va vien, la negra chica siempre perversa, no la vendo todavia de miedo de qe me toque otra peor; nuestro hijo sigue en la escuela, siempre flaquito, le há dado en cara el vino y sólo cuando le digo qe tome a tu salud lo toma. Te resa al lebantarse y al acostarse y me dice mi madre todo lo qe reso en la escuela lo ofresco para mi padre, y el modo de ofrecer es diciendo estas oraciones: te ofrezco pr qe le des buen viaje y lo traigas pronto: darás expreciones a Manuel de y qe te cuide; recivan los dos muchas expreciones de tu madre tus hermanas Marianito y la Marzela y toda la familia y hace lo qe tu madre te dice del cumplimiento de Iglecia, y Dios te dé muchos años de vida y salud para el consuelo, amparo y bien de ésta tu desconsolada esposa
Maria Guadalupe Moreno.

martes, 24 de marzo de 2009

30.000 razones

Los dinosaurios
Los amigos del barrio pueden desaparecer
Los cantores de radio pueden desaparecer
Los que están en los diarios pueden desaparecer
La persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
Pero los dinosaurios van a desaparecer.
No estoy tranquilo mi amor,
Hoy es sábado a la noche,
Un amigo está en cana.
Oh mi amor
Desaparece el mundo
Si los pesados mi amor llevan todo ese montón de equipajes en la mano
Oh mi amor yo quiero estar liviano.
Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada
Imaginen a los dinosaurios en la cama
Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada
Imaginen a los dinosaurios en la cama
Los amigos del barrio pueden desaparecer
Los cantores de radio pueden desaparecer
Los que están en los diarios pueden desaparecer
La persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire
Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle.
Los amigos del barrio pueden desaparecer,
Pero los dinosaurios van a desaparecer.
Charly García

lunes, 16 de marzo de 2009

Destinado a tus caprichos

Subí, bajá, pará, seguí.
Vení, andá, callá, hablá.
Amá, odiá, salí, entrá.
Viví, morí, nacé y matá.

domingo, 15 de marzo de 2009

cambio de hora


Ayer tuvimos que atrazar los relojes de la "zona este" una hora. O sea, ganamos una. Tuvimos un sábado de 25 horas. Ojalá, todos los sábado fueran así...
En una hora se pueden hacer tantas cosas...
Podemos planear un crímen, y quizás llevarlo a cabo. Podemos mirar un capítulo de Lost. Comer algo, visitar un amigo, hacer una carta de amor, ir al baño, acariciar a alguien, jugar con los animales, mirar el reloj, ver la tele, estudiar, leer, boludear, webear, cantar 15 canciones, jugar a los palitos chinos, ordenar el ropero, limpiar el living, jugar al ring raje, hacer bolitas de mocos, mirar fotos viejas, lustrar zapatos, escribir mails, ducharnos, regar las plantas, tener sexo, pintar un cuadro pequeño, escribir un poema, copiar un cd, ir y volver a Mar del plata en avión, hacer el amor, ver medio recital, quejarnos por todo, hacer tortas fritas, dormir, cocinar, ir de compras, hacer 7 cuadras en colectivo en Capital, rascarnos las partes, leer la guía de teléfono desde Abal hasta Concepción, caminar, pensar de nuevo el crímen, jugar al truco, perder en el bingo, llamar por teléfono a alguien con quién no hablamos hace tiempo, cortarnos las uñas, bailar, volver a tener sexo, sacar las basura, lavar los platos, o simplemente, no hacer nada.
Ayer nos regalaron una hora... y vos, ¿En qué la usaste?.



martes, 10 de marzo de 2009

Apóstoles 11


Simón

Cuando terminó su luna de miel, Simón notó la primera alteración en los colores.
Las hojas que siempre habían sido verdes en lo árboles del fondo de su casa, ahora eran negras. Lo comentó con Hilda, su mujer. Ella lo miró extrañada y le habló del daltonismo. Fueron juntos al médico. Los estudios indicaron que Simón no era daltónico.
Dejó de hablar del tema. Tiempo después, su perro, un ovejero alemán, se tiñó de un amarillo patito desagradable y chillón.
Siguió el cielo, que pasó de celeste a verde, las nubes que ahora eran verde fluo, la fachada de su casa, que siempre fue impecablemente blanca, ahora era para él, y sólo para él, azul.
Hilda lo notaba raro, le preguntaba casi todos los días qué le pasaba. Pero Simón mentía con un “nada, mi amor”.
Fueron pasando los años, Simón le tomó miedo a la vida. Y más aún, cuando notó que las alteraciones no la sufrían sólo los colores, sino también los olores. El café con leche olía a nafta, la naftalina que Hilda ponía en los bolsillos de sus trajes al colgarlos en el ropero olía a rosas, el tuco a leche cortada, los eucaliptos a café, y la menta fresca que le agregaba al mate, a limón.
Aguantó en silencio la nafta de cada desayuno, las arcadas contenidas lo mataban por dentro.
Ya no era un pibe, pisando casi los cincuenta años, todo se le hacía más difícil.
Los colores y los olores siguieron alterándose con los años, e incluso, comenzaron a variar. Cómo para que no se acostumbre…
El cielo verde ahora era blanco, las nubes rojas, su casa rosa, el mate olía a papel mojado, el café a pucho apagado en el cenicero.
Simón finalmente lo comprendió. Se estaba volviendo loco. Y sin embargo, todo lo demás era tan asquerosamente normal.
Hilda lo encontró una noche oliendo las rosas del jardín, y lo observó en silencio. La cara de asco que le producía oler aquellas flores la dejó perpleja.
Y esa noche, bajo las estrellas que brillaban amarillas en el cielo, le habló de la posibilidad de una internación.
Simón, sumisamente, sonrió y asintió. Una semana más tarde llegaron con un bolso con ropa a la clínica que recomendó un médico amigo del matrimonio.
Las enfermeras con sus trajes negros asustaron al viejo Simón. Los pasillos violetas, el olor a guiso de lentejas mezclado con vinagre, le indicaron que el fin estaba cerca.
Habló con médicos, y contó todo. Aunque sabía que ninguno le creía. Esa noche la luna verde le habló. Le indicó los pasos a seguir…
Simón salió de su habitación cuando la luna dio la orden, ningún enfermero custodiaba en ese momento, subió las escaleras que encontró a su izquierda, hasta la terraza donde encontraría cómo le dijo la luna, la puerta abierta. Y así fue. Atravesó las baldosas rosa fósforo hasta la cornisa, y allí, el olor de la noche lo embriagó. Era un aroma mezclado, indefinido, donde se adivinaba el anís, la vainilla, y el kerosene.
Simón saltó cómo la luna, ahora blanca y pálida, le indicó. Su cabeza se reventó contra la acera. Su sangre de un rojo intenso brotó a su alrededor. Simón murió con los ojos abiertos, mirando como en ese segundo final, el cielo de la noche volvía a ser negro, las estrellas azules y brillantes gracias a la blanca luz de la luna.
Simón es el undécimo de los apóstoles de esta historia.

lunes, 9 de marzo de 2009

Inmortales

Hermano, el amor te tocó de cerca. Cuidalo. Pase lo que pase, ese amor es inmortal, porque para vos fue a primera vista…Y sí, diremos lo de siempre ¿Acaso existen otros?.
Cuidalo, y cuidate vos. Crecé con ella lo que te falte crecer. Abrazala, tocala, hacela tuya y protegela.
Que tus manos sean el bálsamo que ella necesita para hallar la paz. Que tus deseos sean en ella la alquimia perfecta de emociones fuertes. Que tus besos la maten, cada día, cada noche, mientras su mente se pierde en vos.
Pero, no te apures. ¡Tenés tanto por delante! Y no hay peor enemigo en este juego de rayuela que saltar de la tierra al cielo sin caminar, a veces, en una sola pata por todos los casilleros. Creeme, mantené las distancias, respetá los tiempos, y prepará tu entrada triunfal a la cancha sólo cuando el césped esté listo. Antes, es perder por goleada, es terminar viviendo donde habita el olvido.
Hermano, correr para crear acá el mundo de delfines, no sirve. Lo mágico, es caminar hasta que ese mundo grite: ¡conquistado!, bajo tus pies. Bajo los de ella. Esa, es la única manera de ser inmortal.

viernes, 6 de marzo de 2009

La dulce Carola

Ismael Serrano además de ser un buen compositor, un buen cantante, es un buen creador de historias…Comparto con ustedes la historia de “La dulce Carola”, tómense unos minutos y disfruten… déjense llevar. Este año, la llevan al cine, pueden ver algunas cosas de esta historia en http://www.elhombrequecorriatraselviento.com/ al final del post pueden ver el spot promocional de la peli. Salud!
La dulce Carola
Yo conozco la historia de un tipo que se enamoró desde una ventana. Es la historia de un amigo, vive en México, en el D.F., trabaja en la octava planta de un edificio, en unas oficinas en el centro de la ciudad.Y un día, estaba con la mirada perdida en el smog del D.F. cuando bajó la mirada del cielo a la calle; o más bien del smog al cielo, porque allí estaba ella, la dulce Carola, de belleza soberbia, radiante cruzaba la calle, y a sus pasos se detenía toda la ciudad. En frente, había un edificio en obras, y todos detenían su ritmo frenético para observar aquella mujer.Un obrero estuvo tentado de lanzarle un piropo, pero el de al lado le dio un codazo para callarlo; tal era el silencio litúrgico que imponía esa mujer. Y mi amigo se quedó embobado mirando aquella mujer, cruzando la calle…
Ella iba pensando en lo suyo, pensando quizás en lo duro que iba a ser su nuevo trabajo en el restaurante de la esquina. Se quedó embobado viendo cómo la puerta del restaurante devoraba a aquella mujer menuda, y supo mi amigo que nada sería igual.A la mañana siguiente, después de haber estado toda la noche pensando en aquella mujer, mi amigo salió a la ventana, se asomó… Y allí la encontró.
Y aquella cita era diaria, aquella cita se convirtió en una obsesión; día a tras día mi amigo se asomaba a la ventana y la veía pasar, se preguntaba como sería ella, como sería su vida, como despertaría, como dormiría. Pasaban los días, y pasaban los meses, y mi amigo a veces creía percibir el perfume de ella desde lo alto del edificio, fíjate.
Creía escucharla tararear una canción y la melodía le perseguía durante todo el día. Y pasaban los meses, y pasaron años… Y mi amigo asomado a la ventana, preocupándose cuando la veía caminar bajo la lluvia sin paraguas, preocupado cuando la creía ver mas delgada…
Paso mucho tiempo, y muchas veces estuvo tentado de bajar los ocho pisos para decirle a aquella mujer, que: ¡que diablos! que la amaba. Pero no lo hizo.Y paso mucho tiempo, cuatro años asomado a la ventana, y planeando el momento preciso para acercarse a ella…
Y por fin tomo una decisión: sería este día. Ese día terrible, mi amigo se sorprendió un poco cuando no la vio pasar por debajo de su ventana, pero aún así se fue a buscarla al restaurante; buscó a Carola entre las mesas pero no la encontró, así que preguntó al encargado. Le dijo que Carola se había marchado, no del restaurante, del D.F… Se había ido a Acapulco con su familia, y no iba a volver más…Y mi amigo supo del sabor amargo de la derrota. Supo que aquella mujer no volvería a cruzar por debajo de su ventana, y subió los ocho piso arrastrando los pies, y no se sorprendió cuando en la octava planta encontró a todo el mundo alborotado, de un lado para otro, frenéticos.
Alguien con el rostro desencajado le dijo que la empresa había quebrado, que estaban en la bancarrota, así que todos en la calle. En un día había perdido todo: la mujer que amaba, el trabajo,… Volvió para casa, no muy sorprendido, todo encajaba. El mundo se derrumbaba y lo hacía todo de una vezDurante mucho tiempo estuvo abandonándose en casa, sin saber que hacer, y solamente pensando en la dulce Carola. Primero sin el valor para salir a buscarla a Acapulco, y luego sin la plata necesaria. Pasó otro año, 5 años desde que vio a Carola por primera vez, y decidió, pues, tomar una decisión.
Empezó a buscar trabajo, pero mi amigo tenia 39 años, y en México no es fácil encontrar trabajo a esa edad, porque ya no eres el joven agresivo que buscan las empresas, sabes?, y en todas las entrevistas de trabajo le decían que no y que no. Así que mi amigo decidió tomar una decisión que cambió su vida.Decidió buscar a un coyote (un coyote en México es un tipo que se dedica a negocios turbios).
Veréis, mi amigo buscaría a un coyote para que le hiciese una falsificación de la partida de nacimiento; mi amigo bien podría aparentar 34, así que le pediría al coyote una partida de nacimiento que dijera que tiene 34 para así poder acceder a algún puesto de trabajo.
Así pues, mi amigo se fue para la Plaza de Santo Domingo, cerca del Zócalo, donde están los coyotes…Y ahí tienes a mi amigo perdido, colgado de un lado para otro. Se acabó perdiendo entre las callejuelas, y apareció en un callejón inhóspito, en un portal antiguo, viejo. Observó como un anciano le sonreía y le hacia señas para que le siguiera. Mi amigo siguió a aquel misterioso hombre, y supo que era un coyote.Le dijo: - yo soy tu hombre, se lo que necesitas,- si ya se, necesito una partida de nacimiento que falsifique que tengo 34,- vale, vale, dame tus datos. Empezó a tomar datos, y mientras tomaba datos, el viejo coyote, le dijo:-¿ Alguna vez estuviste en Acapulco? Y a mi amigo le dio un vuelco al corazón y se deshacía en el ácido del recuerdo,
- Nunca.-
El viejo le dijo: ” Veras, yo vivo cerca de la autopista hacia Acapulco, cerca de Tepozán, ¿Conoces la curva del autopista?” ¿conocéis la leyenda, verdad?, mi amigo también; la del fantasma que hacía autostop en el mismo sitio, que se subía en el primer coche y desaparecía en la misma curva en que se mato… Aquella carretera estaba deshabitada. Casi nadie pasaba por allí por miedo al fantasma. mi amigo asintió, y el viejo le dijo: “Pues veras, muchas veces he estado tentado de agarrar la autopista para Acapulco y empezar de nuevo… Espera un momento”. Y mi amigo, se quedó pensando en Acapulco y mil huidas.
Al rato vino el viejo coyote, con los documentos falsos, y se fue para casa. Aquella noche sólo pudo dormir con el recuerdo de la dulce Carola.A la mañana, el teléfono sonó bien temprano. Alguien al otro lado le decía: “Oye que tienes que venir a la reunión, que es urgentísimo, que tienes que estar aquí, vente para la oficina!”. Y mi amigo colgó el teléfono, maldiciendo al tipo al otro lado de la línea: “¡la oficina!..bah”. El caso es que antes de despedirse, el coyote le había dicho: “Ten cuidado, vuelves a tener 34 años, no repitas lo errores”.
Y pensó en las palabras del coyote mientras se despertaba; encendió la radio, y en la radio las noticias de otras veces… Mi amigo buscando los papeles del coyote; no los encontraba… De repente alguien dijo la fecha: era la de hacía 5 años. Bajó corriendo las escaleras y compró el primer periódico que vio. Miró la fecha… y era la de hacía cinco años. Volvía tener 34 años. Agarró el primer taxi que vio, se fue para su oficina volando, subió las ocho plantas corriendo, y allí estaba todo igual: su mismo despacho, la misma gente…Y la misma ventana.
Mi amigo se acercó a ella, se asomó y su aliento se detuvo; como toda la ciudad, al paso de la dulce Carola. Todo empezaba de nuevo.
Ahí tienes a mi amigo, con todo el futuro por delante, o con todo el pasado, no se muy bien. Volviendo a mirar por la ventana y encontrándose con aquella mujer; ahora jugaba con ventaja, porque conocía los plazos del tiempo que le quedaba. Aún así, dejó pasar el primer año deleitándose, asomándose por la ventana, y planificando bien la declaración de amor; pensando en la pose precisa, en las palabras adecuadas, y dejó pasar el tiempo.
Un día se presentó en el restaurante a la hora de comer, se sentó en la primera mesa que vio libre, y vio a Carola, deambulando entre las mesas, se acercó, se puso delante de él, y le dijo: “¿Qué desea?”. Aquel era el momento, ésa era su oportunidad, así que su garganta se tensó como una guitarra, y mirándola le dijo:“Una sopa de cebolla y un filete de ráchela bien cocido, por favor”.Carola tomó nota y se fue. Mi amigo se estuvo maldiciendo toda la noche, así que al día siguiente,ahí le tienes, sentando a la mesa, mirando a Carola, clavando sus pupilas en las de ella y diciendo: “una sopa de cebolla y unos tacos de camarones, por favor”.
Y al día siguiente, armándose de valor: “Una sopa de cebolla sólo, por favor”. Y así, día tras día, asomándose por las ventanas viéndola pasar, y a la hora de comer asomándose a una sopa de cebolla… Y el tiempo pasaba.A veces mi amigo creía que ella fijaba su vista en él, y entonces, ahhhh amigo… Entonces las palomas del parque volaban, los borrachos en las tabernas brindaban a su salud, los feligreses en las iglesias se abrazaban, y los soldados en primera línea de fuego se daban largos besos en la boca. Qué va. Ella no reparaba en él.
Y pasaba el tiempo, pasaban los días, pasaban los meses, y pasaban los años, años de sopa de cebolla. Por fin llego el momento; no podía retrasar más la declaración. Al día siguiente Carola se iba, y aquella noche casi no durmió mi amigo. Pero al día siguiente ahi se presento, se acercó a Carola como todos los días, y le dedico una sonrisa, quizás mas afectuosa que otras veces.
El caso es que se hizo silencio un instante que pareció eterno, ahí pensó decir “Me gustas cuando callas por que estas como ausente”, o no se, quizás, “¿Por qué me despierto de madrugada mientras todos duermen?” Pensó en decirle:” Me dueles mansamente, me dueles, quítame la cabeza, córtame el cuello, porque nada queda de mí después de este amor”.Pensó en decirle simplemente: “Quédate conmigo, por favor”. Y por fin: “Una sopa de cebolla, por favor”. Era inevitable. Mi amigo comió la sopa de cebolla como un condenado a muerte, en calma y en silencio, y se fue para casa. Ni siquiera pasó por su despacho, sabia que la derrota era inevitable, y a mi no me sorprende mucho porque creo que alguien dijo una vez: que “los amores cobardes, no llegan ni amores, ni a historias; se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.
Al principio mi amigo se derrumbó, pero luego…. Luego también, pero trató de buscar de nuevo al coyote para encontrar la posibilidad de…. De yo qué sé. Y se fue para la plaza de Santo Domingo, y rebuscando encontró el nuevo callejón y el antiguo portal… Y no. Encontró una sucursal del Fondo Monetario Internacional; esos eran otros coyotes, no le interesaban. Así que recordó las palabras del viejo coyote: cerca de Tepozlan, recordó la curva del autostopista. Agarró el carro y se fue para allá… No se sorprendió cuando se encontró un poblado fantasma; aquel pueblo era una sombra del pasado, todo ruinas, abandonado desde hacía mas de 50 años. Empezaba a hacerse de noche. Mi amigo se sonrió, asumió la derrota y decidió volver a casa cuando ya era noche cerrada. Entró en el coche y, al poco de salir del pueblo, encontró a una chica haciendo autostop en el arcén. Mi amigo no lo dudó, paró, bajó la ventanilla, y “¿A dónde vas?”: - al D.F. – “Pues sube”, y al poco de subirse ella dijo: - tenga mucho cuidado en la siguiente curva. Y apenas pudo acabar la frase, porque en la última palabra sonó el reventón de una rueda, así que mi amigo, se tuvo que hacer a un lado de la carretera, y dijo: “disculpa”… Y tenías que ver la cara del autoestopista. Porque la curva quedaba lejos.
Bueno…Pues, se detuvieron, él bajó a cambiar la rueda, y ella con él… Y empezaron a hablar; una conversación trivial, pequeñas cosas, que fueron creciendo como bolas de nieve hasta convertirse en grandes cosas- ¿Y tú de dónde eres?,- Pues yo del D.F., y él le preguntaba : "Y a qué te dedicas”, y ella decía: “antes estudiaba, pero ya no”…Al rato no sé que le estaría contando él porque ella se descojonaba de risa, y jamás nadie había tardado tanto en cambiar una rueda, la verdad.
Y la noche pasaba, y mi amigo le empezó a contar la historia de la dulce Carola, del coyote, y de la ventana, y de la sopa de cebolla, y le decía a la mujer: “¿Te lo crees?”, y la mujer decía:“Si yo te contara… Yo sé lo que es desaparecer justo en el momento preciso, yo sé lo que es repetir la historia una y otra vez…. Yo te entiendo”.- ¿Tu crees en los amores a primera vista?– ¿acaso existen otros?
Aquella mujer, la autostopista era hermosa, no se si tanto como Carola, pero era hermosa, triste pero hermosa. Aquel silencio fue eterno, y él le dijo: volvamos al coche, te llevo al D.F. Y mientras se subían al coche, el pensó en decirle: “Quédate conmigo, huyamos juntos a cualquier sitio, empecemos de nuevo, yo que se!”, y quizás ella pensaba lo mismo, pero, sin embargo, dijo: “Ten cuidado con esa curva”.Y mi amigo tuvo mucho cuidado, paso la curva, y con los ojos fijos en la carretera, mi amigo no se atrevía a mirar en el asiento de al lado.
Quizás ella también se había marchado como la dulce Carola y volvía a estar solo, y sabiéndose solo, se dirigió hacia la autopista y cuando iba a entrar en ella escucho una voz al lado que decía:“¿Alguna vez has estado en Acapulco?” Mi amigo miro en el asiento de al lado y hay seguía ella, ahora estoy seguro era mas hermosa que Carola, mi amigo dijo:” Nunca”, y ella le dijo: “Pues llévame”. Y se fueron, y así siguen en la carretera. Mi amigo no volvió a ver a Carola, porque lo importante no era Acapulco, lo importante era el viaje, y saber que hay que tener memoria para no repetir los errores y saber que la historia no se debe repetir.Sobre los fantasmas, no sé si creer. Yo no sé si hay vida después de la muerte. Hay gente que se cuestiona si hay vida antes de la muerte. Yo personalmente me cuestiono si hay vida antes de las 12 de la mañana…
El caso es que por aquella carretera ahora pasan después de media noche, no se si existe un coyote que me devuelva a mi pasado, no creo, pero yo personalmente no dejare que pases por debajo de mi ventana sin pedirte que te quedes conmigo, ni que subas a mi coche sin que emprendamos una urgente huida.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Apóstoles 10


Tadeo

El día que se murió Tadeo, la recordó sonriente con sus cabellos negros al viento. La había soñado noche tras noches los últimos meses. Ni él, ni nadie en verdad, daban crédito a la separación. Eran, a la vista de todos, la pareja perfecta. Pero como descubrió Tadeo un día triste y azul de junio, la perfección no existía.
Por primera vez en sus treinta y pico de años Tadeo no tenía el control sobre algo. Eso lo desesperaba. Meticuloso, obsesivo, religioso, moral, y detallista, así fue siempre, hasta el día que se murió.
Ella lo había dejado, sin preguntarle si quiera qué pensaba él. Ella dijo que estaba cansada, que ya no lo amaba, que se iba, que lo dejaba con sus manías histéricas y la pulcritud de su casa. Tadeo la miraba en silencio, llorando por dentro, como lloran los hombres “según papá”. Y sonreía a los vecinos que lo veían bajar del auto solo, tarde tras tarde, amablemente, “como lo haría mamá”.
Tadeo no se aguantaba ser uno. Tadeo no soportaba no tener el control. Juró venganza una noche de agosto mientras le daba los restos de un bife re cocido al gato. Y comenzó a idear el plan que le arruinaría la vida a ella para siempre. Al menos, esa era la idea.
Tadeo planeó noche tras noche, experimentó en la cocina de los sinsabores las mezclas perfectas de venenos. Ella sin duda aceptaría venir a cenar si él le proponía juntarse para arreglar los papeles del divorcio. Él sabía que debía permanecer cortés, amable y hasta despreocupado para que ella no sospeche nada.
La comida sería el vehículo de la tragedia. Usaría algún veneno que no deje rastros. Pero que implique una dolorosa muerte. Averiguó en Internet, preguntó informalmente en algunas salas de chat… todos coincidían que el veneno de los asesinos es el raticida.
Sería un plato especial. Serían pastas con estofado. Con carne infectada, con tuco infectado, con amor podrido.
Tadeo no olvidaba sus besos, y un remordimiento enfermo lo atemorizaba, se decía que él no podría hacerle eso. Y en el mismo instante, una voz potente cargada de odio, le decía que ella se lo había ganado, que haría lo mismo a otros hombres y que él tenía que evitarlo. Y esa voz, era la ganadora. Esa voz era la que de verdad valía la pena escuchar.
Pasaron los meses y su primera víctima fue el gato… dos horas después de comer el atún con el raticida, el gato se revolvía en su propia baba, retorciéndose de dolor.
Después, siguieron otros…
La llamó por teléfono, le dijo que estaba dispuesto a firmar los papeles del divorcio, si ella accedía a una última cena con él.
- Vos traé el vino. - le dijo amablemente.
Ella dudó, pero vio en esa cena la solución a sus problemas.
La noche se presentó estrellada y cálida. Era la noche perfecta para concluir aquello que por estar mal hecho de entrada no funcionaría nunca.
En el patio la mesa esperaba sobria. Ella entró y se sintió ajena en la que fue su casa. Tadeo destapó el vino tinto que ella había traído. Le agradó comprobar que ella había comprado la marca que a él más le gustaba. Sirvió dos copas. El aroma a especias, y tuco envolvía la cocina. Brindaron por lo que alguna vez fue. Brindaron por, finalmente, entenderse.
Tadeo bebió emocionado… sentía una erección quemándole la entrepierna. Sabía que su momento estaba cerca, que por fin ella pagaría. La miraba arreglar unas plantas, la miraba buscar al gato. Tadeo bebía y sonreía. Se sentía bien la gloria.
Ella, con la copa en la mano, lo miró sonriente. Y se le acercó. Tadeo temblaba. Ella lo confundía.
La mujer le acarició la mejilla, suavemente. Y Tadeo se sintió caer. Sus piernas no pudieron sostenerlo. Algo pasaba…
El olor a tuco le lleno los pulmones, y comprendió todo. La copa de ella llena del vino que él había tragado ingenuamente. El vino que tanto le gustaba.
Sintió espuma en su boca, se sintió enfermo. Miró hacia arriba, hacia la cara que desde lo alto lo miraba triunfal, y la recordó sonriente con los pelos negros al viento… como años atrás. Ahora ella no necesitaba una firma… todo, absolutamente todo, sería suyo.
Tadeo es el décimo apóstol de esta historia.