miércoles, 4 de marzo de 2009

Apóstoles 10


Tadeo

El día que se murió Tadeo, la recordó sonriente con sus cabellos negros al viento. La había soñado noche tras noches los últimos meses. Ni él, ni nadie en verdad, daban crédito a la separación. Eran, a la vista de todos, la pareja perfecta. Pero como descubrió Tadeo un día triste y azul de junio, la perfección no existía.
Por primera vez en sus treinta y pico de años Tadeo no tenía el control sobre algo. Eso lo desesperaba. Meticuloso, obsesivo, religioso, moral, y detallista, así fue siempre, hasta el día que se murió.
Ella lo había dejado, sin preguntarle si quiera qué pensaba él. Ella dijo que estaba cansada, que ya no lo amaba, que se iba, que lo dejaba con sus manías histéricas y la pulcritud de su casa. Tadeo la miraba en silencio, llorando por dentro, como lloran los hombres “según papá”. Y sonreía a los vecinos que lo veían bajar del auto solo, tarde tras tarde, amablemente, “como lo haría mamá”.
Tadeo no se aguantaba ser uno. Tadeo no soportaba no tener el control. Juró venganza una noche de agosto mientras le daba los restos de un bife re cocido al gato. Y comenzó a idear el plan que le arruinaría la vida a ella para siempre. Al menos, esa era la idea.
Tadeo planeó noche tras noche, experimentó en la cocina de los sinsabores las mezclas perfectas de venenos. Ella sin duda aceptaría venir a cenar si él le proponía juntarse para arreglar los papeles del divorcio. Él sabía que debía permanecer cortés, amable y hasta despreocupado para que ella no sospeche nada.
La comida sería el vehículo de la tragedia. Usaría algún veneno que no deje rastros. Pero que implique una dolorosa muerte. Averiguó en Internet, preguntó informalmente en algunas salas de chat… todos coincidían que el veneno de los asesinos es el raticida.
Sería un plato especial. Serían pastas con estofado. Con carne infectada, con tuco infectado, con amor podrido.
Tadeo no olvidaba sus besos, y un remordimiento enfermo lo atemorizaba, se decía que él no podría hacerle eso. Y en el mismo instante, una voz potente cargada de odio, le decía que ella se lo había ganado, que haría lo mismo a otros hombres y que él tenía que evitarlo. Y esa voz, era la ganadora. Esa voz era la que de verdad valía la pena escuchar.
Pasaron los meses y su primera víctima fue el gato… dos horas después de comer el atún con el raticida, el gato se revolvía en su propia baba, retorciéndose de dolor.
Después, siguieron otros…
La llamó por teléfono, le dijo que estaba dispuesto a firmar los papeles del divorcio, si ella accedía a una última cena con él.
- Vos traé el vino. - le dijo amablemente.
Ella dudó, pero vio en esa cena la solución a sus problemas.
La noche se presentó estrellada y cálida. Era la noche perfecta para concluir aquello que por estar mal hecho de entrada no funcionaría nunca.
En el patio la mesa esperaba sobria. Ella entró y se sintió ajena en la que fue su casa. Tadeo destapó el vino tinto que ella había traído. Le agradó comprobar que ella había comprado la marca que a él más le gustaba. Sirvió dos copas. El aroma a especias, y tuco envolvía la cocina. Brindaron por lo que alguna vez fue. Brindaron por, finalmente, entenderse.
Tadeo bebió emocionado… sentía una erección quemándole la entrepierna. Sabía que su momento estaba cerca, que por fin ella pagaría. La miraba arreglar unas plantas, la miraba buscar al gato. Tadeo bebía y sonreía. Se sentía bien la gloria.
Ella, con la copa en la mano, lo miró sonriente. Y se le acercó. Tadeo temblaba. Ella lo confundía.
La mujer le acarició la mejilla, suavemente. Y Tadeo se sintió caer. Sus piernas no pudieron sostenerlo. Algo pasaba…
El olor a tuco le lleno los pulmones, y comprendió todo. La copa de ella llena del vino que él había tragado ingenuamente. El vino que tanto le gustaba.
Sintió espuma en su boca, se sintió enfermo. Miró hacia arriba, hacia la cara que desde lo alto lo miraba triunfal, y la recordó sonriente con los pelos negros al viento… como años atrás. Ahora ella no necesitaba una firma… todo, absolutamente todo, sería suyo.
Tadeo es el décimo apóstol de esta historia.

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