
Hablar de bandidos rurales es entre otras cosas, hablar de nuestro pasado. De aquellos que sin voz, ni voto, formaron parte de nuestra historia.
León Gieco lo inmortalizó a todos ellos en una buena canción. En Medio-blog contaremos un poco de la historia de cada uno de ellos, en distintas entradas.
Empezaremos por Juan Bautista Bairoletto, que nació en Santa Fe el 11 de noviembre de 1894. Era el segundo de un matrimonio con seis hijos. Tiempo después, toda la familias e radicó en La Pampa, donde Juan Bautista conocería a los anarquistas de la época y según dicen, a todos los burdeles de la zona, y en ellos, a las mujeres.
Y cómo el amor no se puede explicar demasiado, Juan se enamoró perdidamente de una mujer, que a la vez, era pretendida por un gendarme llamado Elías Farache.
Farache y Juan se pelearon a sangre y muerte, el primero terminó con un balazo en el cuello. Y el segundo encarcelado hasta 1921. Al salir de prisión ya era todo un hombre…Fue asaltante de caminos, sosteniendo tiroteos con la policía de Castex y otras localidades de La Pampa y provincias vecinas. Era considerado el vengador de los sufrimientos de sus amigos y su figura de justiciero fuera de la ley hace que se vuelva popular, convirtiéndose en un mito.
Durante la década del 30 se lo acusaba de cualquier robo o delito que sucedía en La Pampa… Fue, durante años, el bandido rural más buscado de la Argentina. A comienzos de la década del 40 las fuerzas armadas deciden ponerle fin a esta historia, se organiza una cacería con tintes nacional, y finalmente, el 14 de septiembre de 1941, Juan Bautista en acorralado en la localidad de General Alvear, en Mendoza. Antes de ser muerte por la policía, Juan sacó su arma y se disparó. Cuentan que sus cazadores le gritaban mientras acribillaban su cuerpo “no te hagas el muerto”… Lo velaron en el Comité Demócrata de General Alvear.
A su funeral asistieron miles de personas llegadas desde La Pampa. Sus restos descansan en el cementerio de la localidad dónde murió, en un pequeño mausoleo levantado con las contribuciones de sus fieles. Concurren hombres y mujeres que ofrendan flores, crucifijos, placas y objetos diversos para pedirle que proteja sus familias, trabajo, salud, amor, etc.
Algunos devotos recorren de rodillas la distancia entre la entrada del cementerio y su tumba. Aún hoy, algunos pampeanos se ufanan de que sus abuelos hubieran "protegido" a Bairoletto.
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