- ¿Tomás un tinto?- me dijo la chica de tetas grandes, cola firme y piel morena que nos atendió.
- No, gracias... estoy más para un café- contesté dejando a la luz mi total brutalidad.
- Bien, un tinto para ti. - Y se fué. Resultó ser, como ya deben estar previendo, que en Bogotá al café se le llama tinto.
Bogotá es una ciudad dificil de describir. Es en primer lugar, enorme, alta... (dos escalones y morís... la altura, dicen). Es también bella, colonial por partes, moderna por otras... con una comida exquisita, una historia increible y armas... muchas armas por todas partes. Militares con armas largas, polícias armados hasta los dientes, guardias de seguridad, etc por todos lados. Sí, todos lados...repito: TODOS LADOS.
Los colombianos, claro, no los notan. Les muestran los bolsos y carteras en las entradas a los shoppings, en algunas esquinas, en algunos restaurantes...
Pero a mi, triste argentino al que los uniformes le dan alergia, me dan "cosita" (entiendase por cosita lo que más tengas ganas de pensar).
Pese a eso, te sentís seguro. La gente es amable, educada, alegre... siempre y cuando no estén manejando. Les aseguro que cada colombiano que maneja es un asesino al volante.
¡No se puede creer cómo doblan, cómo se pasan, cómo se meten en lugares donde uno no se metería por una sensilla razón... El auto no entra en ese espacio!!!!
Bogotá es magia, es leyenda del dorado, es museo de oro. Bogotá es frutita en las calles, jugos todo el día, es sopita de primer plato, es Botero y es Bolivar. Bogotá es sin dudas, un lugar para conocer, amar, y estudiar.
Las fotos que acompañan este post es la casa donde Simón Bolivar pasó su última noche en la ciudad... para irse a Venezuela y no regresar jamás.
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